El desayuno, la principal comida familiar
Hacer la primera ingesta del día en forma completa y balanceada favorece la concentración, el rendimiento y el aprendizaje. Desayunar es importante en especial para los chicos, que están creciendo y formando sus hábitos alimentarios.
Durante la noche, mientras dormimos, nuestro metabolismo trabaja más lentamente. Para ponerse en marcha al comenzar el día, el cuerpo necesita acelerar el metabolismo con un «combustible»: el desayuno.
Si en esta primera comida elegimos cereales u otros alimentos bajos en grasas y elevados en hidratos de carbono estaremos obteniendo nutrientes esenciales, logrando sensación de saciedad y disminuyendo el deseo de comer a media mañana.
En cambio, saltear la primera comida del día induce a comer alimentos grasos en las horas siguientes, a media mañana y al mediodía. Esto suele sucederles a los niños que se van de casa con el estómago vacío y luego compran en el kiosco golosinas o chocolates.
Más energía
El rendimiento escolar y laboral mejora con un desayuno de alta energía. Durante la noche bajan los porcentajes de azúcar en sangre, y los niveles muy bajos de azúcar en sangre se asocian con dificultades para memorizar, concentrarse y aprender. Desayunar eleva los niveles de azúcar en sangre y así ayuda al cuerpo a funcionar con mayor efectividad.
Existe también un vínculo entre el cociente intelectual y la ingesta de hierro. El desayuno es una buena oportunidad para consumir alimentos con hierro, como cereales fortificados sin azúcar o panes integrales. El jugo de naranja brinda vitamina C, necesaria para la absorción del hierro que proviene de fuentes vegetales.
Tomar líquidos
Comenzar el día deshidratado lleva a dificultades de concentración, dolores de cabeza e irritabilidad. Beber agua, jugos de frutas, leche, té o café ayuda a comenzar el día con la hidratación correcta. A partir de los dos años puede introducirse leche semidescremada, en tanto que la leche totalmente descremada no debe utilizarse hasta después de los cinco años.